Dormir es una necesidad fundamental para la salud, tanto física como mental. Tener un sueño reparador tiene muchos beneficios, entre ellos, mejora la función del sistema inmunológico, del estado de ánimo y de la memoria; además, puede prevenir enfermedades como la obesidad, la diabetes o problemas cardiovasculares. Sin embargo, no es tan sencillo dormir bien. Según la Sociedad Española de Neurología, entre un 20 y un 48% de la población adulta española sufre dificultad para iniciar o mantener el sueño. Este problema tiende a aumentar con el paso de los años, ya que el envejecimiento altera el patrón de sueño. A partir de los 60 años, las personas comienzan a experimentar más etapas ligeras de sueño que sueño profundo. Estas alteraciones pueden deberse tanto a problemas médicos relacionados con la edad, como la hipertensión o el dolor, como a hábitos de vida poco saludables. Ante esta situación, muchos recurren a remedios populares como la melatonina, la valeriana o el magnesio, pero la solución más efectiva es otra.
Una de las claves para dormir profundamente a partir de los 60 años es mantener una buena higiene del sueño. Esto implica establecer rutinas y hábitos que promuevan un sueño de calidad y ayuden a evitar problemas como el insomnio. Por ejemplo, es recomendable intentar mantener el mismo horario cada día, tanto para irse a dormir como para despertarse, incluidos los fines de semana. Asimismo, se aconseja evitar cenas copiosas que dificulten la digestión o cenar muy tarde; lo ideal es hacerlo al menos dos horas antes de irse a dormir.
Además, practicar ejercicio físico es fundamental. La actividad física no solo mejora el estado físico, sino que también ayuda a la mente y facilita la conciliación del sueño. Sin embargo, es importante evitar la actividad intensa en las horas previas a dormir, ya que puede tener el efecto contrario. También se recomienda limitar las siestas durante el día a no más de 20 minutos, y crear un ambiente relajante que favorezca el descanso.
Otro aspecto crucial es la exposición a la luz natural. Estudios han demostrado que la luz natural ayuda a regular el ritmo circadiano, que controla el ciclo de vigilia y sueño, y a producir melatonina, la hormona del sueño. Por último, no se debe olvidar que los problemas de salud mental, como la ansiedad, el estrés o la depresión, pueden influir negativamente en la calidad del sueño. En estos casos, es esencial recurrir a terapias que ayuden a controlar estos problemas.
En resumen, mejorar la calidad del sueño en la tercera edad es posible a través de una combinación de hábitos saludables y la atención a las necesidades específicas de cada persona. La clave está en establecer rutinas que favorezcan un descanso reparador y en buscar ayuda profesional cuando sea necesario.