Times Square, conocido por su vibrante vida urbana y eventos memorables, fue el escenario de una velada pugilística que atrajo la atención de miles de aficionados. Arabia Saudí, bajo la marca de la revista The Ring, organizó un evento titulado ‘Fatal Fury: City of the Wolves’, transformando la icónica plaza en un cuadrilátero donde se llevaron a cabo combates que parecían sacados de un videojuego de los años ochenta. La noche estuvo marcada por la esperada pelea entre Ryan García y Rolando Rolly Romero, un enfrentamiento que prometía ser electrizante pero que terminó por sorprender a todos los presentes.
La velada comenzó con un ambiente de expectación. Los aficionados se agolpaban alrededor del cuadrilátero, ansiosos por ver a sus ídolos en acción. Sin embargo, lo que se esperaba como un espectáculo lleno de acción se convirtió en una experiencia más compleja. Ryan García, conocido por su velocidad y agresividad, no logró brillar como se anticipaba. Desde el segundo asalto, un contragolpe preciso de Romero lo mandó a la lona, un momento que, aunque no fue espectacular, resultó simbólico para el desarrollo del combate.
A medida que avanzaba la pelea, Rolly Romero tomó el control, aprovechando los errores de un García que parecía resignado a su destino. La decisión unánime que dio la victoria a Romero (115-112, 115-112, 118-109) fue recibida con una mezcla de sorpresa y admiración. A pesar de la derrota, García mostró un gesto de deportividad al felicitar a su oponente, un acto que resonó entre los asistentes y que fue interpretado como un signo de respeto en un deporte donde la rivalidad a menudo eclipsa la camaradería.
### La Danza Sin Ritmo: Haney vs. Ramírez
El segundo combate de la noche, que enfrentó a Devin Haney y José Carlos Ramírez, prometía ser una batalla técnica. Sin embargo, lo que se vivió fue un intercambio de golpes que dejó mucho que desear. Ambos boxeadores, en lugar de ofrecer un espectáculo vibrante, se enredaron en una danza sin ritmo, donde los golpes lanzados fueron escasos y las conexiones aún menos. Según los registros de CompuBox, se contabilizaron apenas 110 golpes efectivos en 12 asaltos, un número alarmantemente bajo para un combate de título.
El público, que había llegado con la expectativa de ver un enfrentamiento emocionante, se sintió decepcionado. La atmósfera se tornó pesada, y los murmullos de descontento comenzaron a surgir entre los asistentes. Haney, aunque salió victorioso con puntuaciones de 119-109 (dos veces) y 118-110, no logró captar la atención del público. Su rostro al final del combate reflejaba más un sentimiento de disculpa que de celebración, y el silencio que siguió al sonar de la campana final fue más elocuente que cualquier comentario que pudiera hacer.
### Teófimo López: El Rescatador de la Velada
Afortunadamente, la noche no estuvo completamente marcada por la mediocridad. El tercer gran combate, que enfrentó a Teófimo López y Arnold Barboza Jr., fue el único que realmente encendió a la multitud. López, conocido por su estilo agresivo y carismático, encontró en Barboza un rival que, aunque digno, no pudo igualar su energía. En un momento clave del cuarto asalto, Barboza sorprendió a López con una combinación que lo hizo tambalear, pero el campeón WBO del superligero se recuperó rápidamente.
La pelea culminó en un emocionante décimo asalto, donde López desató una ráfaga de golpes que hizo vibrar a los aficionados. La decisión unánime a su favor (116-112, 116-112 y 118-110) fue recibida con aplausos y vítores, un contraste marcado con la apatía que había caracterizado los combates anteriores. En la entrevista posterior, López, con su habitual carisma, declaró: «Si no hay drama, no es Teófimo», dejando claro que su estilo y personalidad son tan importantes como su habilidad en el ring.
La velada en Times Square fue un reflejo de la dualidad del boxeo: momentos de gloria y decepción, combates que emocionan y otros que dejan a los aficionados con ganas de más. A pesar de las expectativas no cumplidas en algunos enfrentamientos, la noche se convirtió en un recordatorio de que, en el mundo del boxeo, cada pelea puede ser una historia en sí misma, llena de giros inesperados y lecciones de humildad y respeto.