La reciente publicación de un fotomontaje en el que Donald Trump aparece vestido como el papa ha desatado una serie de reacciones en redes sociales, pero lo que ha sorprendido a muchos es la falta de respuesta por parte de colectivos cristianos y asociaciones ultracatólicas. Este hecho contrasta notablemente con la rápida condena que recibió la humorista Lalachus por mostrar una estampita de la vaquilla del Grand Prix durante las Campanadas de Fin de Año. La presentadora Verónica Sanz ha aprovechado la ocasión para criticar esta doble moral, señalando la ironía de que quienes suelen ser tan vocales en sus quejas ahora guarden silencio ante las provocaciones de Trump.
La controversia comenzó cuando Trump, en un intento por posicionarse como un líder espiritual, publicó en sus redes sociales una imagen generada por Inteligencia Artificial que lo muestra como el papa Francisco. Esta imagen no solo ha generado risas, sino también una reflexión sobre la percepción de la religión en el ámbito del entretenimiento y la política. Sanz, conocida por su aguda crítica social, expresó su satisfacción ante la falta de reacciones de los grupos que habitualmente se manifiestan en contra de cualquier tipo de burla hacia la religión. «Me alegra que quienes presentan querellas en España por enseñar una estampita del Grand Prix hayan recuperado súbitamente el sentido del humor con las ideas papistas de DJ Trump y no le denuncien por ofensas», comentó en sus redes sociales.
### La doble moral en la crítica religiosa
La situación pone de manifiesto una clara doble moral en la forma en que se perciben las ofensas a la religión. En el caso de Lalachus, su acto de mostrar una estampita durante un evento festivo fue considerado ofensivo por algunos sectores, que no dudaron en presentar querellas. Sin embargo, la reacción ante la burla de Trump ha sido notablemente diferente. La falta de respuesta de las asociaciones católicas y los partidos conservadores plantea preguntas sobre la selectividad de las ofensas y quiénes son realmente los que se sienten ofendidos.
La crítica de Sanz se centra en el hecho de que, mientras algunos actos son considerados intolerables y merecedores de acciones legales, otros, como el fotomontaje de Trump, son ignorados. Esto sugiere que la indignación puede depender más del contexto y de quién realiza la burla que de la burla en sí misma. La presentadora ha defendido la libertad de expresión y ha cuestionado la hipocresía de aquellos que se manifiestan solo cuando les conviene.
Además, el hecho de que un personaje como Trump, conocido por sus controvertidas declaraciones y acciones, se presente como un líder espiritual, añade una capa de complejidad a la discusión. La imagen de Trump como el papa no solo es una burla a la figura religiosa, sino que también refleja la forma en que la política y la religión pueden entrelazarse de maneras inesperadas y, a menudo, problemáticas.
### La respuesta de la justicia y el papel de los medios
El rechazo de la querella presentada por HazteOir contra Lalachus y otros implicados en el caso de la estampita es un ejemplo de cómo la justicia puede interpretar el humor y la libertad de expresión. Un juzgado de Madrid determinó que la actuación de Lalachus tenía una «intención claramente humorística», lo que abre un debate sobre los límites de la crítica y la sátira en el contexto religioso. Este fallo es un alivio para muchos que creen en la importancia de la libertad de expresión, pero también plantea la pregunta de cómo se aplican estas normas de manera consistente.
Los medios de comunicación, al cubrir estas historias, juegan un papel crucial en la formación de la opinión pública. La forma en que se presentan los hechos, así como la atención que se les da, puede influir en la percepción de la gravedad de las ofensas. En este caso, la falta de cobertura sobre la burla de Trump en comparación con la atención que recibió Lalachus sugiere que hay una narrativa que se está construyendo en torno a lo que es aceptable y lo que no lo es en el ámbito de la crítica religiosa.
La ironía de la situación no se pierde en aquellos que siguen de cerca estas dinámicas. La burla de Trump, aunque provocativa, ha puesto de relieve las contradicciones en la forma en que se manejan las ofensas religiosas en la sociedad actual. La respuesta de los colectivos cristianos y la reacción de los medios son solo dos aspectos de un debate más amplio sobre la libertad de expresión, la religión y la política en un mundo cada vez más polarizado.