En el corazón de los Pirineos aragoneses, un grupo de siete amigos ha decidido tomar la iniciativa de rehabilitar refugios de montaña, lugares que han sido testigos de innumerables aventuras y que, lamentablemente, han caído en el abandono. Su proyecto, denominado ‘Refugios Libres Dignos’, busca no solo restaurar estos espacios, sino también crear conciencia sobre la importancia de cuidar lo que es de todos. A través de su esfuerzo altruista, han logrado revitalizar 15 refugios y se han propuesto sumar seis más cada año.
### Un Proyecto Nacido de la Amistad y la Pasión por la Montaña
La historia de esta iniciativa comienza con un grupo de zaragozanos, antiguos monitores de montañismo en el Valle de Pineta. Pedro Molina, uno de los fundadores, recuerda cómo surgió la idea: «Hace tres años, decidimos hacer una travesía y dormir en un refugio que conocíamos. Al llegar, nos dimos cuenta de su mal estado y decidimos darle un toque de vida». Lo que comenzó como un plan de amigos para pasar un buen rato se transformó en un compromiso con la naturaleza y la comunidad.
La primera intervención fue sencilla: llevaron maderas para construir un banco y una mesa, y el resultado fue tan positivo que decidieron replicar la experiencia en otros refugios de la zona. Desde entonces, han trabajado en refugios que se encuentran entre los 1.000 y 2.000 metros de altitud, utilizando materiales reciclados y donaciones para crear espacios acogedores.
«El problema es que los ayuntamientos no quieren invertir en estos lugares porque no generan ingresos», explica Molina. Sin embargo, su enfoque altruista ha demostrado que la comunidad puede unirse para cuidar de estos espacios. Cada intervención en un refugio cuesta alrededor de 1.000 euros, incluyendo materiales y gastos de transporte, pero el verdadero valor radica en la experiencia compartida y el impacto positivo en el entorno.
### Creando Espacios Acogedores y Conciencia Colectiva
Cada refugio rehabilitado por este grupo no solo recibe una mano de pintura y algunos muebles, sino que se convierte en un lugar con personalidad propia. Además de los elementos básicos como mesas y bancos, los voluntarios instalan un botiquín, una pequeña biblioteca y un foco solar con entrada USB para emergencias. También se asegura que cada refugio tenga un ambiente acogedor, decorándolo con obras de arte y objetos reciclados que cuentan una historia.
Luis Marín, otro de los miembros del grupo, destaca la importancia de transmitir valores a través de su trabajo: «No solo se trata de acondicionar, sino de hacer que la gente entienda que estos espacios son de todos y que todos somos responsables de su cuidado». Para ello, han implementado un sistema de apadrinamiento, donde grupos de jóvenes se comprometen a visitar y mantener un refugio al menos una vez al año.
La iniciativa ha tenido una gran repercusión en redes sociales, lo que ha permitido que más personas se interesen en colaborar. «Recibimos mensajes diariamente de personas que quieren unirse a nosotros, pero hemos decidido mantener el grupo pequeño para no perder la esencia de lo que hacemos», comenta Marín. En ocasiones, colaboran con grupos de scouts que ayudan en la limpieza y acondicionamiento de los refugios antes de que el equipo principal llegue con los materiales.
Además, cada refugio lleva una placa que menciona a una asociación dedicada a la investigación de enfermedades raras o cáncer, junto con un código QR que dirige a su página web. Esto no solo ayuda a visibilizar estas causas, sino que también crea un vínculo entre la naturaleza y la solidaridad.
La experiencia de rehabilitar refugios ha cambiado la forma en que estos amigos ven su relación con la montaña. Pablo Simón, otro de los integrantes, reflexiona sobre cómo esta actividad ha fortalecido su amistad y les ha dado un propósito: «Al principio, solo queríamos pasar tiempo juntos, pero ahora tenemos un motivo más fuerte para seguir unidos».
El impacto de su trabajo se puede ver en la actitud de quienes visitan los refugios. Marín señala que cuando las personas encuentran un lugar acogedor y bien cuidado, tienden a respetarlo más y a contribuir a su mantenimiento. «Si al menos una de cada diez personas que pasa por aquí se concienciara sobre la importancia de cuidar estos espacios, estaríamos haciendo un gran cambio».
La labor de estos siete amigos es un ejemplo de cómo la comunidad puede unirse para preservar y revitalizar espacios que son parte de nuestro patrimonio natural. Su esfuerzo no solo mejora la experiencia de quienes disfrutan de la montaña, sino que también fomenta un sentido de responsabilidad colectiva hacia la naturaleza. En un mundo donde la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente son más importantes que nunca, iniciativas como ‘Refugios Libres Dignos’ son un faro de esperanza y un modelo a seguir.