La reciente decisión del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, de mantener el gasto en defensa en un 2,1% del PIB ha generado una ola de críticas tanto a nivel nacional como internacional. Esta postura se ha visto especialmente cuestionada tras la cumbre de la OTAN, donde se firmó un compromiso para que los países miembros inviertan al menos el 5% de su PIB en defensa. La situación ha escalado hasta el Senado de Estados Unidos, donde un grupo de senadores ha expresado su descontento con la actitud de Sánchez, sugiriendo que su enfoque podría poner en riesgo la seguridad europea.
**Reacciones en el Senado de EE.UU.**
La indignación en el Senado estadounidense ha sido palpable. Un influyente grupo de senadores, liderados por John Kennedy, ha presentado una resolución que critica abiertamente a Pedro Sánchez. En sus declaraciones, Kennedy ha cuestionado la falta de compromiso de España con la defensa europea, sugiriendo que el presidente español parece más interesado en su comodidad personal que en la seguridad del continente. «Para que quede claro: Sánchez espera que el pueblo estadounidense haga sacrificios para contribuir a nuestra defensa común, pero no quiere que nadie en España se pierda ni una sola siesta por la causa», afirmó Kennedy, poniendo de relieve la percepción de que Sánchez no está dispuesto a asumir su parte de responsabilidad en la defensa colectiva.
La resolución, que se someterá a votación en el Senado, insta a todos los países miembros de la OTAN a cumplir con sus compromisos de gasto en defensa. Los senadores han enfatizado que no es justo que los contribuyentes estadounidenses tengan que cargar con la defensa de Europa mientras otros países, como España, no cumplen con sus obligaciones. Esta crítica se enmarca en un contexto más amplio de tensiones entre Estados Unidos y sus aliados europeos, donde la percepción de que algunos países no están haciendo lo suficiente para contribuir a la seguridad colectiva está generando fricciones.
**El Dilema del Gasto en Defensa**
La postura de Pedro Sánchez de limitar el gasto en defensa al 2,1% del PIB ha sido justificada por el presidente como una decisión realista y compatible con el modelo social español. Sin embargo, esta afirmación ha sido recibida con escepticismo tanto en España como en el extranjero. Durante la cumbre de la OTAN, Sánchez firmó un acuerdo que compromete a España a invertir el 5% de su PIB en defensa para el año 2035, lo que ha llevado a muchos a cuestionar la coherencia de su mensaje. En sus declaraciones posteriores, Sánchez intentó distanciarse de la cifra del 2,1%, atribuyendo la decisión a las Fuerzas Armadas y al Ministerio de Defensa, lo que ha sido interpretado como un intento de eludir la responsabilidad política.
La crítica no se limita a los senadores estadounidenses. Líderes internacionales, como la primera ministra italiana Giorgia Meloni, han señalado la falta de compromiso de Sánchez con la defensa colectiva. Meloni destacó que todos los países de la OTAN, incluida España, habían firmado el mismo compromiso de gasto, lo que pone de manifiesto la presión que enfrenta Sánchez para alinear su política de defensa con las expectativas de sus aliados.
La situación se complica aún más por las tensiones entre España y Estados Unidos, especialmente bajo la administración de Donald Trump, quien ha amenazado con imponer aranceles a España si no cumple con sus compromisos de gasto militar. Trump ha sido claro en su postura, afirmando que no permitirá que España se beneficie de la protección estadounidense sin contribuir adecuadamente a la defensa común.
La controversia en torno al gasto militar de España refleja un dilema más amplio que enfrentan muchos países europeos: la necesidad de equilibrar las demandas de seguridad con las realidades económicas y sociales internas. A medida que la guerra en Ucrania continúa y la amenaza de Rusia persiste, la presión sobre los gobiernos europeos para que aumenten su gasto en defensa se intensifica. La situación de España es un microcosmos de estos desafíos, donde las decisiones políticas deben navegar entre las expectativas internacionales y las realidades domésticas.
En este contexto, la respuesta de Pedro Sánchez y su gobierno será crucial no solo para la seguridad de España, sino también para la estabilidad de la alianza transatlántica en un momento de creciente incertidumbre global. La forma en que se maneje esta situación podría tener repercusiones significativas en la política exterior de España y en su relación con sus aliados en la OTAN.