En la actualidad, la digitalización ha transformado la manera en que interactuamos con la administración pública. Sin embargo, este avance tecnológico ha dejado a un sector de la población, especialmente a las personas mayores, en una situación de vulnerabilidad. A medida que los trámites administrativos se vuelven cada vez más dependientes de plataformas digitales, muchos ancianos se enfrentan a un calvario que les resulta incomprensible y frustrante. Este artículo explora las dificultades que enfrentan los mayores en su relación con la administración pública y cómo la tecnología, lejos de ser una solución, se convierte en un obstáculo.
### La Frustración de los Mayores ante la Administración Digital
La experiencia de Puri Riesgo, una mujer de 74 años que vive en Alcalá de Henares, es un claro ejemplo de esta problemática. A pesar de haber aprendido a leer y escribir recientemente, Puri se siente impotente al tener que realizar trámites que antes podía gestionar de manera presencial. «Ni siquiera cuando era analfabeta me sentía tan inútil», expresa, reflejando la frustración que sienten muchos mayores al enfrentarse a un sistema que parece diseñado para excluirlos. La dependencia de Internet y de la tecnología para realizar gestiones básicas, como pedir una cita médica o acceder a servicios de la Seguridad Social, ha hecho que muchos ancianos se sientan desamparados.
El informe anual del Defensor del Pueblo de 2024 destaca que muchos pacientes tienen dificultades para contactar con su centro de Atención Primaria o para solicitar citas telemáticas. Aunque la administración asegura que prioriza la atención a mayores de 65 años, la realidad es que muchos de ellos no tienen acceso a Internet o no saben cómo utilizarlo. Esto crea una brecha que se amplía cada vez más, dejando a un gran número de personas mayores sin la posibilidad de acceder a servicios esenciales.
Fernando Barbero, de 75 años, también comparte su experiencia. Su frustración con la administración es palpable: «Me empiezan a hablar de código de activación, clave permanente, y no entiendo absolutamente nada». La complejidad del sistema administrativo actual ha llevado a situaciones absurdas, donde documentos sellados deben ser presentados en línea, lo que genera una sensación de impotencia similar a la de alguien que no comprende el idioma de un país extranjero. Esta falta de comprensión no solo afecta su capacidad para realizar trámites, sino que también les priva del trato humano que antes era parte integral de la interacción con la administración.
### La Resistencia a la Digitalización
A pesar de las dificultades, muchos mayores se resisten a dejar de lado el trato personal en sus interacciones con la administración. José Ramón Palacios, de 71 años, ha decidido no utilizar Internet para sus trámites. «Mis derechos deben estar asegurados tenga o no Internet», afirma, enfatizando que la digitalización no debería ser obligatoria. Esta postura no proviene de una incapacidad, sino de una firme decisión de mantener el contacto humano en sus gestiones. La resistencia de personas como Palacios pone de manifiesto una necesidad de repensar cómo se implementan las tecnologías en el ámbito administrativo.
Blanca Ruiz, una funcionaria de prisiones de 62 años, también se niega a adaptarse a la digitalización. «No tengo interés en aprender a usar la tecnología para mis trámites. Si lo necesito, lo haré», dice con determinación. Esta actitud refleja una tendencia entre muchos mayores que, aunque pueden tener la capacidad de aprender, prefieren mantener sus métodos tradicionales de interacción. La imposición de un sistema digital puede ser vista como un ataque a su autonomía y dignidad.
Aurelio Rodríguez, un profesor jubilado de informática, critica la falta de consideración hacia el usuario final en el diseño de los sistemas administrativos. «Los programas no están pensados para las personas mayores, lo que genera una frustración enorme», señala. Además, sugiere que el Estado debería garantizar el acceso a Internet para los colectivos más desfavorecidos y educar a los mayores en ciberseguridad, dado el aumento de fraudes y estafas en línea.
La autora Anna Freixas, en su libro «Yo, vieja», argumenta que no todos los mayores carecen de habilidades digitales, y que la administración debería ofrecer alternativas para aquellos que prefieren el trato personal. La percepción de que quienes no se adaptan a la digitalización son atrasados es una forma de maltrato, y es fundamental que se reconozca la diversidad de capacidades y preferencias dentro de la población mayor.
La situación actual plantea un desafío significativo para la administración pública y la sociedad en su conjunto. La digitalización, si bien puede ofrecer eficiencia, no debe convertirse en una barrera que excluya a los más vulnerables. Es esencial encontrar un equilibrio que permita a todos los ciudadanos, independientemente de su edad o habilidades tecnológicas, acceder a los servicios que necesitan sin sentirse impotentes o despojados de su dignidad.