La reciente elección del nuevo Papa ha capturado la atención del mundo católico y más allá, en un evento que ha sido descrito como un cónclave lleno de tensión y expectativa. Durante dos días, 133 cardenales se reunieron en la Capilla Sixtina para deliberar sobre quién sería el sucesor de Francisco, quien falleció el 21 de abril. Este proceso, que culminó con la esperada fumata blanca, ha sido un reflejo de la complejidad y la solemnidad que rodea a la elección del líder de la Iglesia Católica.
La jornada inaugural del cónclave comenzó con la misa «pro eligendo Pontifice», presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re. Este acto marcó el inicio de un proceso que es tanto espiritual como político, donde los cardenales deben sopesar no solo la fe y la moral, sino también la dirección que la Iglesia debe tomar en un mundo cambiante. A las 16:30 horas, los cardenales se dirigieron a la Capilla Sixtina, donde entonaron el himno «Veni Creator Spiritus» y pronunciaron un juramento de secreto absoluto. Este juramento es fundamental, ya que garantiza que las deliberaciones y decisiones tomadas durante el cónclave permanezcan confidenciales.
Sin embargo, la primera votación, realizada esa misma noche, no logró alcanzar la mayoría de dos tercios necesaria para elegir al nuevo Papa. La fumata negra que emergió de la chimenea del Vaticano fue un indicativo claro de que aún no había consenso entre los cardenales. La Plaza de San Pedro, abarrotada con más de 30,000 personas, se convirtió en un símbolo de la espera y la esperanza de millones de católicos en todo el mundo.
El segundo día del cónclave trajo consigo más incertidumbre. A las 07:45 horas, los cardenales se reunieron nuevamente para rezar antes de iniciar la segunda votación. Durante esta jornada, surgieron rumores sobre posibles retiradas de candidaturas, como la del cardenal filipino Luis Antonio Tagle, quien supuestamente había decidido apoyar al italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano. Sin embargo, la segunda votación también resultó en una fumata negra, lo que intensificó la tensión y la expectativa en Roma.
A medida que avanzaba el cónclave, las reacciones sociales comenzaron a manifestarse. Activistas católicas llevaron a cabo una protesta pacífica en las cercanías del Vaticano, exigiendo mayor igualdad dentro de la Iglesia. Esta acción fue simbolizada con una «fumata rosa», un acto que buscaba llamar la atención sobre la necesidad de reformas en la institución. Además, la organización SNAP, que representa a sobrevivientes de abusos por parte de sacerdotes, denunció públicamente a dos cardenales por su presunto encubrimiento de casos de abuso sexual. Estas manifestaciones reflejan el creciente descontento y la demanda de cambios dentro de la Iglesia, un tema que ha cobrado relevancia en los últimos años.
El cónclave no solo es un evento religioso, sino también un fenómeno mediático. Las apuestas sobre quién podría ser el nuevo Papa se convirtieron en un tema candente, con Pietro Parolin liderando las preferencias, seguido por el cardenal Matteo Maria Zuppi y el mencionado Tagle. Sin embargo, algunos expertos advirtieron que, si el cónclave se prolongaba, podría surgir un «tapado», como el cardenal estadounidense Sean Patrick O’Malley, conocido por su postura firme contra los abusos clericales. Esta dinámica añade una capa de intriga al proceso, donde las decisiones no solo se basan en la fe, sino también en estrategias políticas y alianzas.
La participación de cardenales españoles también fue notable, con figuras como Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, y José Cobo, arzobispo de Madrid, presentes en el cónclave. Sin embargo, a pesar de su relevancia, ninguno de ellos fue considerado un candidato fuerte para el papado. Desde 2005, el color del humo que indica el resultado de las votaciones se logra mediante mezclas químicas específicas, evitando confusiones que marcaron cónclaves anteriores.
La imagen de la chimenea de la Capilla Sixtina, junto a las gaviotas que sobrevolaban el lugar, se ha convertido en un símbolo del cónclave. La historia de la elección papal está llena de anécdotas, desde cónclaves que se han prolongado durante años, como el de Gregorio X en 1268, hasta aquellos que se han resuelto en cuestión de horas, como el de Julio II en 1503. Cada elección es única y refleja no solo la voluntad de los cardenales, sino también las expectativas de una comunidad global que sigue con atención el desarrollo de estos eventos cruciales para la Iglesia Católica.