La gran final de Eurovisión 2025 se celebrará el próximo 17 de mayo, y una vez más, el evento se encuentra en el centro de la controversia debido a la participación de Israel. Este año, la situación se complica aún más por el contexto de violencia y conflicto en Gaza, lo que ha llevado a un debate intenso sobre la naturaleza apolítica del festival y la legitimidad de la presencia israelí en el mismo. La Unión Europea de Radiodifusión (UER) ha sido criticada por su aparente permisividad hacia la televisión pública israelí, KAN, que ha sido acusada de utilizar el certamen como plataforma de propaganda política.
La polémica no es nueva. En 2024, Eurovisión ya había enfrentado tensiones significativas cuando la artista israelí Eden Golan participó con una canción que contenía mensajes políticos. A pesar de las quejas y las protestas de varios artistas y delegaciones, la UER permitió su actuación, lo que desató un debate sobre la ética de permitir que un país en conflicto participe en un evento que se presenta como apolítico. Este año, la situación se ha intensificado, ya que la comitiva israelí ha tomado medidas adicionales para proteger a sus representantes, lo que ha llevado a la percepción de que el festival está siendo ‘bunkerizado’ para evitar cualquier tipo de escándalo.
### La Resistencia Artística y las Protestas en Eurovisión
A medida que se acerca la final, la presión sobre la UER y el festival aumenta. Un grupo de 79 artistas, incluidos ex-participantes de Eurovisión, ha firmado una carta pidiendo la expulsión de Israel del certamen. Este acto de solidaridad ha resonado en las redes sociales y ha generado un debate más amplio sobre la responsabilidad de los artistas en un contexto de conflicto. Las protestas no se limitan a los artistas; también se han organizado manifestaciones en las calles de Basilea, donde se llevará a cabo la final, con el objetivo de visibilizar la situación en Gaza y exigir un cambio en la política de la UER.
La UER ha intentado manejar la situación limitando el acceso de la prensa y restringiendo las ruedas de prensa posteriores a las semifinales. Estas medidas han sido vistas como un intento de controlar la narrativa y evitar que surjan tensiones durante el evento. Sin embargo, algunos artistas han encontrado formas de alzar la voz, aunque de manera sutil, utilizando pequeños gestos para expresar su apoyo a la causa palestina. Esta resistencia artística ha sido un tema recurrente en las ediciones recientes de Eurovisión, donde la política y la cultura se entrelazan de maneras complejas.
### La Doble Moral de la UER y el Futuro de Eurovisión
La UER ha defendido su decisión de permitir la participación de Israel, argumentando que el festival es un evento de emisoras públicas y no de países. Sin embargo, esta justificación ha sido cuestionada por muchos, quienes señalan que la UER ha tomado medidas más drásticas en el pasado, como la exclusión de Rusia en 2022 debido a la invasión de Ucrania. Esta aparente doble moral ha llevado a un creciente descontento entre los países participantes y sus respectivos públicos.
La situación se complica aún más con la posibilidad de que Israel gane el festival. La historia reciente ha demostrado que el país tiene una base de apoyo sólida, que se traduce en votos significativos durante el evento. La UER se enfrenta a un dilema: si Israel gana, podría desatar una ola de protestas y boicots que pondrían en jaque la credibilidad del festival. La presión sobre la organización es palpable, y muchos se preguntan si Eurovisión podrá mantener su imagen de ser un evento apolítico en medio de un contexto tan cargado de tensiones geopolíticas.
A medida que se acerca la gran final, la atención del mundo estará centrada en Eurovisión 2025, no solo por la música y el espectáculo, sino también por el trasfondo político que lo rodea. La capacidad de la UER para gestionar esta crisis y la respuesta de los artistas y el público serán cruciales para el futuro del festival. La pregunta que queda en el aire es si Eurovisión podrá seguir siendo un espacio de celebración cultural o si se convertirá en un campo de batalla para las tensiones políticas que marcan nuestro tiempo.